viernes, 20 de julio de 2012

La infancia pasada.

Como me gustaría volver a la infancia. Es el momento en el que no piensas ni en el futuro, ni en el pasado y mucho menos en el presente. Haces las cosas por impulso y sin miedo a las consecuencias porque sabes que si te salen mal puedes pedir ayuda a alguien y te terminan ayudando.
La infancia es la etapa de la vida en la que te diviertes con tus amigos, o si estas solo, puedes ir hacia algún niño o niña, presentarte y ponerte a jugar con ellos como si no pasara nada; en la que creamos recuerdos, los cuales muchos de ellos olvidaremos y otros no; también es cuando tenemos nuestros “primeros amores” que luego serán solo amores de niños, pero que al recordarlos nos harán gracia y nos alegraran ese momento de la vida.
En la infancia es cuando tienes los mejores amigos del  alma. Somos tan jóvenes y felices que con eso ya tenemos la vida perfecta.
La infancia es el mejor momento de nuestra vida y solo causas muy justificables pueden empeorarla, pero a veces ni eso, pues encontramos la manera de mejorarla y seguimos adelante por nuestros propios méritos y con ayuda de los demás.
Las amenazas que nos hacemos siempre son infantiles y sabemos que nunca las cumpliremos. Vivimos con sueños e ilusiones que siempre queremos vivir y jugamos a cualquier profesión como adultos y sin preocuparnos de si es lo que nos gusta o no.
Pero cuando creces todo se tuerce aunque pienses o te digan que no. Las cosas se complican, y no por el hecho de que tengas responsabilidades y obligaciones, pues de pequeños ya las tenemos, solo que son mínimas y van aumentando mientras crecemos; se complican por el hecho de que ya tienes que elegir cosas para el futuro aunque te queden años para poder hacerlas.
Al crecer te empiezas a sentir estresado y comprimido y ves las cosas de manera negativa siempre, aunque muestres que eres una persona positiva y te gusta ver la parte buena del mundo.
Comienzas a decir cosas y a hacerlas solo porque es lo que esperan los demás y lo peor es que tu empiezas a creértelo y así solo consigues engañarte a ti mismo y a ocultarte las cosas importantes que no tienen nada que ver con lo que los demás ven o esperan de ti.
Los demás empiezan a ponerte metas sin que tú quieras y cuyas metas a veces no son de tu agrado y mucho menos son metas que te gusten por lo que las intentaras alcanzar pero con desanimo y sin ganas.